La Tierra Prometida

miércoles, 1 de octubre de 2008

Lo que comenzó como una asignación se volvió algo mucho más personal...



El martes 25 de marzo a las 8:30 a.m. aproximadamente, estaba parado en el kilómetro 31 1/2 del Boulevard del Ejército. Me había quitado la corbata y tenía mi cámara en las manos, mientras pensaba en cómo entrar a la comunidad marginal que tenía enfrente.

Fue para Fotografía II, nos habían pedido hacer un catálogo sobre algo urbano. Al oir eso se me ocurrió tomarle fotos a las "casas de cartón" que veía cuando iba al trabajo. ¿Qué más urbano que eso? pensé. Además, tenía curiosidad.

Entonces, estaba parado ahí, había tomado un par de fotos pero estaba demasiado lejos. Recuerdo que veía los caminos de tierra y se me hacían muy largos. No había gente, todo parecía tan desolado desde ahí. Sentía temor. El pensamiento fue algo así: "si quiero tomar las fotos tengo que meterme bastante... pero si me salen un par de mareros ya la cagué, porque no voy a salir tan fácil. Tanto que me costó conseguir la cámara..." Pero bueno, fue uno de esos momentos a los que Sue les dice "¡1, 2, 3!" (porque uno sólo cuenta hasta 3 y se avienta, sin saber qué va a pasar) ...así que comencé a caminar.

Al principio estaba alerta, por si había alguien sospechoso. Entonces apareció una señora que caminaba en dirección opuesta y la saludé. Ella respondió "buenos días", con una sonrisa y un tono afable, que se sintieron bastante reconfortantes, la verdad. Tomé fotos (ahora sí de cerca) y a medida que avanzaba veía más personas. La mayoría eran señoras y niños.

Después de algunos "buenos días" y una que otra sonrisa, ya me sentía mucho más cómodo. Una señora me preguntó, con una curiosidad que no podía esconder: "¿de dónde viene?" y yo le respondí, creyendo que quizá se iba a decepcionar, diciéndole: "de la Don Bosco... esto es para una tarea". Pero fue con preguntas similares y la misma respuesta, que las fotos y el calor agobiante fueron importándome cada vez menos.

Los niños pequeños me preguntaban por lo que andaba en las manos. Yo les decía "es para tomar fotos, mirá pues". Parecía que no podían estar más atentos de lo que estaban, mientras veían algunas de las imágenes guardadas. Después, uno que otro posaba como superhéroe para que le tomara una...

Pasé frente a una casa que tenía un anuncio verde de un banco. La dueña estaba parada afuera y ya no me acuerdo ni cómo-o-por qué, pero comenzamos a hablar. Después de darle la usual explicación, le pregunté que cuánto llevaba de vivir ahí. Me respondió que había sido de las primeras en llegar, en diciembre. Entonces me dijo algo que me sorprendió. Algo que todavía recuerdo de vez en cuando, porque además fue en ese momento que la asignación pasó a segundo plano.

Me contó que antes vivía en Cojutepeque y cuando iba en bus por el boulevard, miraba a un lado de la calle y pensaba "yo quisiera tener un terreno ahí". Le parecía muy bonito. Entonces ahorró y compró su terreno, donde había construido esa casa que le había costado $30. Me dijo: "yo siento que haberme venido para acá ha sido una gran bendición, ya tengo mi casita para vivir. Ésta es para mí, la Tierra Prometida". Después de oírla (y tratar de asimilar la magnitud de lo que me acababa de decir), ví a nuestro alrededor, donde cualquiera de nosotros sólo podía ver un enorme campo árido y muchísimas casas hechas de cartón.

Seguimos hablando por unos minutos. Me contó un poco de la situación, de cómo en la mayoría de casas sólo había mujeres mayores y niños, porque los demás se iban a trabajar durante el día. Pero alguien tenía que quedarse, para cuidar su propiedad de los que se aprovechaban y se metían a alguna casa para adueñarse de ella.

A la izquierda de su casa, vivía una pariente suya. Me acerqué, ví el triciclo que colgaba de la pared de cartón y le pregunté por el niño. Contestó que no estaba y que por cierto ese triciclo ya no servía.

Después de un rato nos despedimos y seguí caminando. Había andado por el sector de la comunidad "Bendición de Dios" y por "Las Victorias", aunque no distinguí realmente dónde terminaba una y dónde comenzaba la otra. Algunas de las calles principales tenían nombres como "El triunfo", "El progreso" y "El porvenir". Para ese momento, ya había pasado la casa número 500.

Pasé por una tienda (la verdad había pasado por varias antes, pero ésta tenía un rótulo bien peculiar) y por una casa de oración, antes de encontrarme a unos niños jugando "caballeros, brujas y enanos", una versión de "piedra, papel y tijera" que se juega con todo el cuerpo y en grupo.

Habían pasado un par de horas y tenía que irme. Entonces me dí cuenta de que me sentía muy cómodo ahí y no me quería ir. Salí a la calle y fuí al parqueo de Monolit (porque se me olvidó contar que antes le había pedido permiso al vigilante para dejar el carro ahí... a veces me pasa eso con las historias). Llegué y me quedé viendo el terreno desde ahí. Estaba parado frente a tres filas de ladrillos de cemento, mientras miraba las casas de cartón, sin poder calcular cuántas eran. Después de todo, Monolit es una distribuidora de materiales de construcción, lo que es otra gran ironía de las que parecen sólo suceder en El Salvador, pero en realidad suceden en todas partes, porque vivimos en un mundo donde muchas cosas no son lo que deberían ser.

Hablé un rato con el vigilante, le volví a dar la respuesta que había usado tantas veces esa mañana y eventualmente me preguntó: ¿mire... y me puede tomar una foto?". Pocos segundos después yo estaba apretando el disparador y diciéndole que agarrara el fusil de cierta forma o que lo sostuviera así como Rambo ¡y él me hacía caso!

La semana siguiente regresé a las comunidades. Durante esa mañana, me encontré a los niños que habían estado jugando "caballeros, brujas y enanos" el otro día. Estaban bajo una especie de choza y a su lado había una carrito de materiales escolares (como un carrito de hot dogs, pero en lugar de hot dogs tenía libros y cuadernos y otras cosas para leer, escribir o jugar). Mientras los niños jugaban damas, el hombre que estaba con ellos me contó que era profesor en la colonia 22 de abril y estaba ahí trabajando en un proyecto llamado "Escuela Bajo un Cielo".
Todavía pienso que el nombre suena muy adecuado.

Fui a buscar a la señora con la que había hablado antes, pero no la encontré. Durante el camino, ví un niño que andaba en bicicleta y bajaba muy rápido por una colina. Cuando se detuvo abajo, volvió a subir y bajó por la colina otra vez, repitiéndo la rutina (entonces me sentí como en un juego de RPG o en algún planeta de los que el Principito visitó). Le pedí una foto y aceptó amablemente (me encanta su expresión: se ven tan contento, genuinamente contento...)

Llegué a una pared que decía "CORAZÓN?". Ahí le pedí a tres niños una foto. Los dos niños eran más grandes que la niña, entonces se agacharon para tener la misma altura que ella. Había algo lógico pero incorrecto en eso, por eso les pedí que sólo se pararan derecho y ya. Una señora le decía a la niña "!Sonreí Chilindrina!" y ella lo hacía con gusto.

Ese día, la mañana también transcurrió rápidamente. Tomé más fotos, aunque la mayoría del tiempo lo ocupe para estar ahí y nada más. Cuando regresé al parqueo de Monolit, volví a hablar con aquel guardia. Hablamos de las casas que teníamos enfrente, del trabajo y de otras cosas. Me contó de un terreno que tenía y de cómo lo administraba y todo. Nos reímos y en algún momento de la plática, me dijo: "tener un amigo es algo muy importante... a veces la gente no entiende eso".

Ahora sí, este fue el pequeño foto-documental que resultó de esa asignación.

Perdonen si la introducción del video fue tan larga. Pero tenía que dejar algún registro para que se supiera lo que pasó detrás-de-la-cámara, porque alguna vez tuve la oportunidad de hacerlo y no lo hice.

Si han llegado hasta acá, ahora podrán entender (y ojalá sentir) un poco más cuando vean las imágenes. La edición del video está influenciada por la cadencia de la música, pero algo que es más importante, es que el orden de las fotos se parece mucho al de un breve recorrido por esa Tierra Prometida.

El video contiene un "juego de memoria" al principio. El propósito de ese juego es ejercitar la memoria, para recordar más fácilmente. En este caso, el fin es el mismo: recordar que nadie merece vivir así, y que ninguna de las miles y miles de personas que pasan por el Boulevard del Ejército todos los días debería ver esta situación como algo "normal", porque definitivamente no lo es.

Si quieren saber más al respecto, lean este artículo de El Faro que encontré mientras editaba el video.

Hace casi 3 meses fui por última vez y había más gente que en marzo. Todavía siento ese compromiso con las personas que conocí o fotografié en aquel entonces, porque me llevé conmigo una parte de su historia. Y sé muy bien que se trata de una situación compleja, pero tiene que haber una forma...

Ahora comunico lo que ví para que más personas se den cuenta.


Feliz día del niño

Comments

5 Responses to “La Tierra Prometida”
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Anónimo dijo...

Cuando te dije:Feliz Día del Niño!, no fue literal, no fue por ingenuo. Fue por seguir pensando "que aún se puede", porque lo considero un anhelo que no debe perderse y que es tan difícil de sostener o retener. Sin embargo, siempre hay maneras, como digo: "No puede ser tan difícil", y que bueno que haya alguien para que nos lo recuerde...

1 de octubre de 2008, 10:46 a. m.
Gorety Campos dijo...

Cuando estoy frente a un grupo de estudiantes espero enseñar más que una teoría, dejar huella, trascender en algo que cambie su vida, que los haga pensar, reflexionar sobre su realidad, y sobre todo, seguir con la esperanza de que podemos cambiar el mundo. La mayor parte de los casos esto no se logra, aunque quedan bonitos recuerdos. Pero cuando se logra...
Ves resultados como su trabajo Mario, que va más allá de una nota, de una tarea, o de una asignación. Se trasforma en la responsabilidad social de querer cambiar algo injusto, de mostrar la realidad salvadoreña, y hacer el llamado de atención para que realmente seamos seres humanos.
Si estos son los resultados, me siento feliz de haberlo enviado de nuevo a tomar las fotos, porque ya no es otro observador más, sino un luchador que busca lo que todos los locos buscamos “construir un mundo más humano”. Hasta siempre… Gorety

6 de octubre de 2008, 8:38 a. m.
Iris Monge dijo...

Me acuerdo de muchas cosas con tu reportaje... Hace años, cuando eso era un basurero, recuerdo que íbamos con mi papi a tirar basura ahí, y por cada bolsa te daban las gracias. Una vez mi papi me castigó porque no ordenaba mi cuarto, y dijo que si no recogía los juguetes ya!, los iba a botar. No le creí... pero recogió todo, lo echó al pick up (habré tenido unos 7 años) y me llevó a ver cómo los niños agradecían por los regalos... Después de haber llorado mientras iba en el pick up, ver los rostros de los niños y las condiciones en q estaban... aunq yo tuviera 7 años, me cambió la vida... Seguí siendo desordenada, pero se agradece lo que se tiene.

25 de octubre de 2008, 9:49 p. m.
Unknown dijo...

Cometer una injusticia es peor que sufrirla.
El fuero para el gran ladrón, la cárcel para el que roba un pan.

17 de noviembre de 2008, 12:40 p. m.
Unknown dijo...

e..... el que sale como roberto rivera soy yo, no me acordaba que tenia otra cuenta en gmail además del enjoy san blas
Jah Bless

17 de noviembre de 2008, 12:46 p. m.